LOS SEUDO AMOROSOS (Autor: Jaime Nachón Sabines)
Los seudo amorosos hablan.
El amor es el grito más fino,
el más sabroso, el más soportable.
Los seudo amorosos callan,
los seudo amorosos con los que se la maman,
son los que chaféan, los que transan.
Su comezón en la espalda les dice
que nunca han de encontrar,
no le llegan, buscan la manita rascadora
de abajo de la cama
no la encuentran, la buscan.
Los seudo amorosos se ponen como orates
porque andan de ojetes, de ojetes, de
ojetes,
fajándose, soplándose a cada rato,
chillando porque no se aguantan el calor.
Les preocupa el chancrón. Los
seudo amorosos
mueren al día, y pueden hacer más, saben.
Siempre se están viniendo,
siempre hacia alguna butaca de cine.
Esperan,
esperan todo, pero esperan.
Saben que siempre han de encontrar.
El amor es la anécdota perpetua,
siempre la gandallada siguiente, la otra,
la otra.
Los seudo amorosos están en el
Mac Donalds,
Los que siempre -¡que malo!- han de
estar
han de estar gordos.
Los seudo amorosos son la sidra del cuento.
Tienen antenas en lugar de lengua.
Las arterias del cuello se les marcan
también como sirvientes para asfixiarlos.
Los seudo amorosos padecen insomnio
porque si mueren se los comen los marranos.
En la oscuridad cierran los ojos
y se les para el esperanto.
Encuentran libros de poesía bajo la sábana
y su cama se azota como la de un vago.
Los seudo amorosos son mocos, sólo
mocos,
Sin Diablo y sin Dios.
Los seudo amorosos salen de sus casas
bien crudotes, sedientos,
a cazar caguamas.
Se cagan de risa de las intelectuales,
De las que odian a perpetuidad,
verídicamente,
de las que creen en el odio
como en una lámpara de
insoportable afeite.
Los seudo amorosos juegan a comer el
agua,
a pactar con el humo, a venirse.
Juegan el corto, el alegre juego del odio.
Nadie ha de chingarse.
Dicen que nadie a de chingarse.
Los seudo amorosos se alegran de toda
conformación.
Vacíos, pero llenos de una a otra costilla,
la muerte les enferma detrás de los piojos,
y ellos caminan, pican hasta la madrugada
en que aviones y flemas se tragan
dolorosamente.
Les llega a veces un color a piedra recién nacida.
a chavas que duermen con la rodilla en el
pecho,
complacidas,
a arroyos de piedra tierna y a golosinas.
Los seudo amorosos se ponen a cagar entre
labios
una canción aprendida
Y se van miando, miando
la horrible vida.
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